EDICIÓN #530

NOTA EDITORIAL

PAZ  Y  TRABAJO

El sector turístico ha sido uno de los más golpeados por la reciente paralización liderada por el movimiento indígena, que bloqueó las principales carreteras del país. Más del 80% de los ingresos turísticos se perdieron durante los días de conflicto, una cifra devastadora para operadores y hoteleros que apenas empezaban a recuperarse tras la pandemia, los apagones en distintas regiones y el incremento de la delincuencia organizada.

Para muchos negocios, la situación se volvió insostenible. El paro no solo detuvo actividades esenciales, sino que también sembró temor entre los visitantes y deterioró aún más la frágil economía del sector.

Durante las jornadas de protesta se cancelaron eventos, vuelos, hospedajes, conferencias, ferias y emprendimientos turísticos que se habían preparado para aprovechar los beneficios del descuento del IVA, una medida gubernamental pensada para estimular la reactivación económica durante los feriados.

Las provincias de la Sierra y la Amazonía resultaron especialmente afectadas. Comerciantes y empresarios turísticos denunciaron pérdidas considerables tras verse obligados, bajo presión de dirigentes e infiltrados, a cerrar sus negocios. Varias ciudades se convirtieron en verdaderos campos de batalla, enfrentando a comunidades entre sí.

El cierre de carreteras, la quema de llantas, la destrucción de bienes públicos y privados, y los ataques a las fuerzas del orden dejaron una estela de violencia e incertidumbre. Actos que, lejos de representar una causa social legítima, fueron calificados por muchos como acciones extremas motivadas por intereses políticos y económicos, causando además daños irreparables al medioambiente.

Los dirigentes indígenas, que calificaron estas acciones como “marchas pacíficas”, deberán responder por las consecuencias: muertes, destrucción y un golpe severo a la confianza turística. Recuperar la imagen y la seguridad de los destinos afectados tomará tiempo.

Ahora, la gran pregunta que se plantea al presidente es: ¿qué ocurrirá después de estas “marchas pacíficas”? Movilizaciones que, según distintos sectores, no reflejan el sentir de todo el pueblo ecuatoriano, sino los intereses particulares de una minoría con el respaldo de autoridades opositoras.

Los ecuatorianos queremos PAZ y TRABAJO.


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